Queridos hermanos:
Empezamos un nuevo curso y deseamos que no seáis meros espectadores de de las actividades de la Parroquia. Nuestro deseo descansa en el Señor que quiere hacer de nosotros una sola familia, fundamentada en el amor.
Como toda familia, sobre todo cuando es grande, las relaciones cordiales entre sus miembros facilitan el hacer conjuntado de sus miembros.
Nuestra Parroquia es amplia en muchos aspectos, algunos quizá desconocidos por no pocos. Queremos que os paréis un momento y contempléis lo grande y hermosa que es, los grupos y actividades que en ella se realizan, el compromiso de muchos para que así pueda ser.
Veis el árbol lleno de ramas que quiere representar el conjunto de actividades de la Parroquia. Un poco complicado: casi se pierde uno entre tantos cuadritos. Y, sin embargo, la cosa es muy simple.
Una parroquia es un lugar de misión donde se ofrece la salvación en Cristo Jesús y que acoge a quienes ya creen en Él.
Pero tenemos que empezar diciendo que la parroquia tiene una puerta que es, a la vez, puerta del Pueblo de Dios y puerta del Cielo: el bautismo. La pila bautismal, algo exclusivo de los templos parroquiales, es como el útero de la Iglesia donde, por obra del Espíritu Santo, la Esposa Virgen concibe y da a luz los nuevos hijos de Dios y hermanos de Jesús.
EI centro del templo es el Altar, la Mesa donde se consagra el pan y el vino para que sean Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo. Ahí se fragua la comunión, el banquete, la unidad, la armonía entre tantas situaciones, carismas, edades, etc. EI Altar nos hace Cuerpo de Cristo dándonos a cada uno una misión desde la que servir a los hermanos.
Desde la mesa de la Palabra, la Parroquia os acoge y os ofrece el servicio de alimentar vuestra vida cristiana; desde esa misma palabra, la Parroquia os invita a participar activamente de la misión de anunciar el Evangelio. Que el Señor os bendiga.
Vuestros sacerdotes y el Consejo de Pastoral Parroquial