Misas Domingo 3º Cuaresma año 2020
No es necesario deciros que estamos en un momento muy difícil para toda la sociedad. Todos tenemos obligación moral de evitar en lo posible el contagio por responsabilidad hacia los demás. Y no cabe pensar que creyendo en Dios y viniendo a Misa él nos va a proteger: el demonio tentó al Señor diciéndole que confiara y se tirara desde la torre pues los ángeles le recogerían; recordad su respuesta: no tentarás al Señor tu Dios. No tentemos a Dios y seamos prudentes. Obedezcamos las indicaciones de quienes tienen la responsabilidad de dirigir esta lucha.
Por eso nuestro obispo ha eliminado la obligación de la Misa dominical no solo para ancianos y vulnerables sino para todos. Para todos, de cualquier edad y estado de salud; en este momento no hay obligación de asistir a Misa el domingo. Pero aprendamos a vivir un domingo de oración en familia, en casa. Solamente mantendremos las Misas abiertas si el número de asistentes es muy reducido y no crea peligro de contagio. No entréis cuando veáis que hay numerosas personas y no se pueden mantener distancias amplias, tanto de frente como de lado. Quedaos en casa incluso los domingos. No se peca.
Los templos se mantendrán abiertos para poder hacer una visita y un rato de oración, pero es posible que en unos días o semanas tengamos que celebrar sin pueblo, los sacerdotes solos; de momento esto no se ha decidido y, en todo caso, si se decidiera celebraríamos por todos, por el Pueblo de Dios, por sanos y enfermos. O sea, Jesús se seguiría haciendo presente en la Ciudad y todos podríamos comulgar espiritualmente mediante la oración. Además, esto puede ser ocasión para desear más la Eucaristía, para echarla de menos de verdad, de modo que, cuando pase esta situación, vengamos con otro espíritu, no tarde y sin preparar. Con pocos o, incluso sin pueblo, los sacerdotes seguiremos celebrando por todos y acogiendo vuestra fe, vuestro deseo y vuestra comunión espiritual.
Por supuesto el Sr. Obispo insiste en la comunión en la mano siempre que sea con toda dignidad, no arrebatando la Hostia sino recibiéndola en la palma y consumiendo ante el sacerdote. Recordad que los primeros cristianos la recibían así, pues entonces no eran obleas finas sino trozos de tortitas de pan ázimo. Si la Iglesia lo ha permitido y ahora los obispos que rigen la Iglesia como sucesores de los Apóstoles, nos lo piden, obedezcamos sin más. Eliminaremos el rito de la paz.
Es tiempo de experimentar la sed de Dios como la Samaritana, de anhelar el encuentro con Él, de echarle de menos, de buscarle apasionadamente. Seguiremos la Misa en familia, bien por medio de la TV o de la radio; rezaremos juntos en casa. ¿No es una oportunidad para que la familia santifique el domingo leyendo la Sagrada Escritura, comentándola y rezando? Rezaremos para que esta crisis, de graves consecuencias para la vida social, nos abra a una nueva mentalidad. Este contagio masivo y temible nos recuerda algo fundamental: no somos seres aislados; nos contagiamos también los criterios, los amores y los odios, las virtudes y los vicios. Nuestra sociedad debe dar un salto a otro tipo de relaciones. Recemos por los gobernantes, para que dejen fuera el partidismo y trabajen concordes todos. Muy especialmente por los sanitarios, metidos día y noche en una atmósfera contagiada; merecen nuestra gratitud y nuestra oración. Y caigamos en la cuenta de una vez que ya no hay fronteras; que los países no pueden vivir aislados y a la defensiva; que nadie es extranjero. Tiempos duros pero no olvidéis que Dios está presente y nos pide que la crisis sea finalmente para crecer, para abrir una nueva época.
Que la Santísima Virgen, la Madre de Nuestro Señor, interceda por nosotros para que sepamos estar a la altura del momento, para que cumplamos sin protestas la voluntad de Dios. Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.